miércoles, 27 de junio de 2012

'El hombre que quiso matarme', de Shuichi Yoshida: intensa y psicológica

La soledad, la obsesión y una cierta falta de habilidades sociales son algunos de los aspectos que tienen en común los personajes de esta novela. Tenemos al joven y retraído Yuichi, apasionado de los coches y dedicidamente torpe en las relaciones personales. A Mitsuyo, que encuentra en él un rayo de luz para su apática vida. Y a Yoshino, muchacha con más caras que un prisma que a la postre se convierte en la víctima que desencadena esta narración.

Su muerte se produce de madrugada en el puerto de Mitsuse, al sur de Japón, un lugar sobre el que corren muchas leyendas acerca de fantasmas y apariciones. Aquella noche había quedado con un chico, pero ni siquiera sus amigas conocían realmente su vida privada. ¿Con quién estuvo y quién terminó quitándole la vida? ¿Qué ocurrió en aquella solitaria carretera? Estas respuestas se van ofreciendo a lo largo de la lectura, pero lo cierto es que el misterio siempre se mantiene en un segundo plano frente a quienes de verdad importan: los personajes, tanto los nombrados anteriormente como otros tantos que van apareciendo, todos presentados con gran detalle psicológico y emocional.

De hecho, es el carácter psicológico de esta novela lo que la hace muy interesante. Este detalle parece ser en común entre los autores de la actual novela negra japonesa, como ocurre con Natsuo Kirino ('Out') y Keigo Hashino ('La devoción del sospechoso X'). En el caso que hoy nos ocupa, el autor Shuichi Yoshida se desenvuelve con igual soltura con personajes masculinos y femeninos. Retrata bien su carácter, sus aspiraciones y mezquindades, así como su relación con los demás, que como hemos visto en tantas otras obras, en Japón suele basarse mucho en las apariencias.

'El hombre que quiso matarme' es una buena forma de adentrarse en el Japón contemporáneo, en la realidad de poblaciones de pequeño o mediano tamaño al sur del país. Su principal baza es el retrato psicológico de sus protagonistas, y además alcanza momentos de gran intensidad emocional, sobre todo en el tramo final de la obra. Sin lugar a dudas, una lectura recomendable.

miércoles, 20 de junio de 2012

'The Killing' convence con su resolución



El año pasado escribí mis primeras impresiones sobre 'The Killing', una serie que empezaron a emitir en La Sexta y que me enganchó de mala manera; tanto, que no pude por menos que seguirla al ritmo de su emision yanqui. Esta semana la serie ha puesto su punto final, al menos en lo que respecta al caso de Rosie Larsen, con dos temporadas y 26 episodios en total.

A pesar de algunos altibajos, esta segunda temporada ha seguido manteniendo un nivel muy alto. Y eso que arrancó con cierto lastre, ya que no fueron pocos los espectadores que se sintieron "traicionados" o incluso "estafados" por el final de la primera temporada, que pegaba un giro en los últimos minutos y nos dejaba sin saber quién mató realmente a Rosie. A mí personalmente ese final me pareció sorprendente e intrigante, y me puso los dientes largos para ver los nuevos episodios.

La principal diferencia de esta segunda temporada es que ya no hay un baile continuo de sospechosos como había en los primeros episodios. Ahora la investigación va avanzando en una dirección más concreta. No obstante, aunque el crimen sigue siendo el motor principal de la trama, poco a poco 'The Killing' termina por configurarse como una serie de personajes.

lunes, 18 de junio de 2012

'Niños de tiza', de David Torres: una recomendable historia de barrio

El barrio, el lugar que te ve nacer y hacerte persona con los años. El lugar donde cultivas amistades, enemigos y amores. El lugar que, en definitiva, te marca con su geografía y sus gentes para el resto de tu existencia. Todos tenemos uno, aunque en vez de barrio lo llamemos pueblo, comunidad o vecindario. El de Roberto, que protagoniza esta novela, es uno de los que más fama tiene en Madrid: San Blas.

'Niños de tiza' gira en torno a los recuerdos de infancia que asaltan a Roberto cuando regresa al barrio; al igual que le ocurre a él, los años lo han dejado viejo y cascado. Pero a pesar de los cambios, en sus calles y sus edificios persiste la memoria de aquello que vivió con sus amigos, compañeros y vecinos, tanto lo bueno (las risas, los juegos, las anécdotas), como lo malo, encabezado por la misteriosa muerte de la niña paralítica a la que algunos niños apodaron cruelmente como La Sirena, a la que solo Roberto alcanzó a ver como la niña triste pero llena de vida que era.

Los recuerdos se agolpan uno tras otro al tiempo que se van sucediendo los acontecimientos en el presente. Hay cosas que los años han enterrado a conciencia, pero que por cojones, por cabezonería, acabarán saliendo a la luz. Y pobre de aquel al que pillen por medio; y claro, Roberto estará en mitad del tinglado, igual que el Chapas, el Lenteja, Lola, el padre Osorio, Romero... Personajes creíbles y muy humanos, que despertarán nuestras simpatías o se llevarán el más amargo de nuestros odios.

Pese a estar construida en buena parte en base a recuerdos pretéritos, la acción de la novela no es ni mucho menos estática. El autor alterna con habilidad entre presente y pasado para formar un complejo fresco de la vida de barrio, al tiempo que muestra bajo sus prisma los temas mundanos que a todos nos interesan: el amor y la amistad, el mundo mágico y a veces cruel de la infancia, los miedos que se superan al crecer y los que perduran a pesar de la edad, el honor y el sentido de la justicia, la venganza y la imposiblidad de no sucumbir ante un destino que, para cada uno de nosotros, parece escrito de antemano.

'Niños de tiza' tiene momentos para reír, otros para llorar y otros para apretar los puños y los dientes. Como la vida misma. Está escrita con ingenio, inteligencia y actitud, y con una cercanía que nos hace a todos hijos del mismo vecindario de San Blas mientras pasamos sus páginas. Una obra que además confirma a David Torres como un autor al que vale la pena seguir.

lunes, 11 de junio de 2012

'El ángel rojo', de Franck Thilliez: primera incursión en la negrura

Hay varios aspectos que hacen de Franck Thilliez un magnífico escritor de serie negra, y de sus novelas, apasionantes viajes por lo más oscuro de la psique humana. Uno de los más destacados es el hecho de que Thilliez siempre intenta descubrir algo nuevo con sus obras, parte de algo que le interesa e intriga, y tras una completa documentación lo lleva al terreno de la ficción para desmenuzarlo e intentar comprenderlo.

Y claro, fiel a su género literario, esos temas que le interesan suelen ser los rincones más oscuros de la gente. Esto ya se percibe en su primera novela, 'El ángel rojo', que pese a su carácter primerizo, supone un debut de lo más interesante. En este caso, lo que Thilliez aborda es el interrogante de aquellas personas que obtienen placer a partir del dolor, tanto del propio, como del ajeno. El autor nos invita así a asomarnos al París oculto, a la Internet clandestina, donde individuos anónimos dan rienda suelta a sus fantasías más sádicas.

El hilo conductor que cohesiona esa inmersión en el submundo del sadomasoquismo es una investigación comandada por el carismático inspector Franck Sharko, atormentado por la desaparición de su mujer, si bien aún no tan jodido del coco como cuando nos reencontramos con él en la recomendadísima novela 'El síndrome E'. Sharko es el personaje ideal que tantos escritores querrían para sí; carismático, complejo, en ocasiones inesperado y siempre con una nube oscura flotando sobre su cabeza y pensamientos, como todo investigador de género que se precie.

Con 'El ángel rojo', Thilliez firmó un debut que ya lo anunciaba como un autor a seguir. Aún le faltaba terminar de desarrollar de pleno su personalidad narrativa, llevar un paso más adelante la complejidad de la construcción de la trama, detalles que efectivamente ha pulido con los años. Sea como sea, vale la peña acompañarle en esta primera incursión en la negrura.

lunes, 4 de junio de 2012

'La huella del pájaro', de Max Bentow: un thriller de manual

Para que un asesino en serie destaque y llame la atención de investigadores y medios de comunicación (o en nuestro caso, de los lectores), es necesario que se busque un modus operandi llamativo y lo más cruento posible. Una lección que tiene bien aprendida el asesino que acecha en las sombras de esta novela, pues se dedica a dejar pájaros muertos en el vientre de sus víctimas, entre otras lindezas que hace con sus cuerpos antes de darse a la fuga.

'La huella del pájaro' es la presentación no solo de este sanguinario criminal sino también la de su némesis, el comisario Nils Trojan, que hará lo posible por conjugar la investigación del caso con sus preocupantes ataques de pánico que lo han llevado a visitar la consulta de una guapa psicóloga, llamada Jana Michels.

Trojan responde así al arquetipo de investigador habitual en la novela negra: inteligente pero atormentado, valeroso pese a sus miedos internos, incapaz de hacer convivir su vida profesional y personal. Pocas sorpresas en ese sentido, por lo que aunque el personaje cae simpático desde las primeras páginas, le falta esa chispa y ese carisma propios de otros investigadores para terminar de quedarse con el corazoncito del lector.